Vietnam en una canción de cuna

Ru (2009) es una novela melodiosa como una canción de cuna, cuya lectura fluye como la corriente de un arroyo. Tal es así que esta frase – del todo cierta – resulta un juego de palabras entre su significado en vietnamita y francés (en vietnamita “canción de cuna” y en francés “arroyo”). 

La ópera prima de Kim Thúy nos pasea por su pasado, su presente y sus anhelos de futuro a lo largo de 196 páginas que narran las durezas de la vida, de forma tal que no podamos lamentarnos sino despertar un sentimiento de cambio profundo a partir de ciertos hechos.

“Mi madre me solía recitar el proverbio que estaba escrito en la pizarra de su octavo curso en Saigón: La vida es un combate donde la tristeza implica la derrota.”

Nacida en Vietnam Kim atraviesa la guerra que dio a conocer a su país de manera pacífica, y no es sino hasta la reconstrucción de su nación cuando su familia comienza a enfrentar adversidades que les impide realizar tareas cotidianas. El sur, tildado de capitalista, sufre profundas transformaciones que obligan a la familia Thúy a escapar por mar hacia un campo de refugiados en Malasia, donde viven las peores miserias imaginables. 

“Un proverbio vietnamita dice: “Solo quienes llevan el pelo largo tienen miedo, pues nadie puede tirar del pelo a quien no lo tiene.” Por eso intento en lo posible adquirir sólo cosas que no superen los límites de mi cuerpo.”

Ru – Kim Thuy (Periférica – 200 páginas)

Su prosa es poética, tranquila, delicada. En ningún momento la narración de los hechos nos altera, sino que simplemente pareciera que nos sumergimos en la cabeza de Kim Thúy, inmigrante vietnamita en Canadá, abogada, intérprete y escritora; madre de dos hijos – uno de ellos autista -; voz de millones de personas que atravesaron procesos similares alrededor del mundo a lo largo de la historia. Su libro tiene una fuerza indescriptible que solo se siente al atravesar sus páginas.

“Había olvidado que el amor viene de la cabeza y no del corazón. De todo el cuerpo, lo único que importa es la cabeza. Basta con tocar la cabeza de un vietnamita para insultarlo, no solo a él, sino a todo su árbol genealógico. (…)

Si una muestra de afecto puede comprenderse a veces como una ofensa, tal vez el gesto de amar no sea universal: debe traducirse también de una lengua a otra, debe aprenderse. En el caso del vietnamita, es posible clasificar, cuantificar el gesto de amar con palabras específicas: amar por gusto (thích), amar sin estar enamorado (thu’o’ng), amar amorosamente (yêu), amar con embriaguez (mê), amar ciegamente (mù quáng), amar por gratitud (tình nghia). Es, pues, imposible amar a secas, amar sin la propia cabeza.”

Vietnam puede presentarse como una nación renacida de las cenizas y es mucho lo que nos queda explorar de esta cultura milenaria. La autora nos acerca un poco a su tierra, en sus momentos más oscuros pero con su sabiduría más esperanzadora.

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