Para Yishai Sarid, escritor, abogado y periodista israelí, la memoria del holocausto es parte importante de su vida pues lleva incrustado en su apellido el recuerdo permanente de su abuelo, único sobreviviente de la familia. Por eso cuando visitó los campos de exterminio en Polonia se sumergió inmediatamente en un intenso proceso de investigación que lo llevó a escribir «El monstruo de la memoria», una novela que abre un sinfín de dudas respecto a la memoria histórica.
El hecho de que lugares como Auschwitz-Birkenau, convertidos en centros turísticos, concentren cada vez más visitas llegando a cifras récord en 2019 de 2,32 millones de personas, hace inevitable preguntarnos cómo se genera conciencia y empatía con las víctimas entre quienes visitan estos lugares por una selfie. ¿Quién es el encargado de construir el discurso de la memoria?.
El protagonista de El monstruo de la memoria, se considera a sí mismo un recipiente de hechos y datos barbáricos, es un verdadero experto en el Holocausto. Por eso es contratado por el presidente del Yad Vashem -Museo Histórico del Holocausto en Israel- para trabajar como guía, siendo responsable de ilustrar a grupos de estudiantes israelíes que, envueltos en banderas entre rezos y canciones al viento, escuchan su guión. Su discurso es tan exitoso que se convierte pronto en en el guía más solicitado, compartiendo su narrativa con Ministros, gente del cine e incluso desarrolladores de videojuegos que planean crear una experiencia del Holocausto.
Los problemas comienzan cuando este guía, que vive lejos de su mujer e hijo en Israel, se ve atrapado en un horror que se vuelve cada vez más grande. Escucha voces de las víctimas y se sumerge en un camino cimentado de preguntas y pensamientos difíciles de callar y que lo hacen salirse de guión:
“Pero a las personas como los alemanes nos cuesta odiarlas. Obsérvense las fotografías de la guerra. En honor a la verdad tenían un aspecto glamoroso con esos uniformes, montados en sus motos, tan serenos, como los modelos de los carteles publicitarios (…) Esa es una cuestión. Otra, que fue planeada por los alemanes intencionadamente y que derivó en un completo éxito, es que el asesinato masivo se cometiera en tierra polaca, para que Alemania permaneciera hermosa, limpia y ordenada. La porquería fue arrojada hacia el este, hacia los lugares apartados en los que la materia orgánica pudiera pudrirse sin que la pestilencia molestara el progreso y la cultura. Los sofisticados turistas pueden visitar Dachau, la explanada de los desfiles de Nuremberg o el estadio olímpico de Berlín, pero la cuestión verdadera, la sádica y que más tarde, está en el este, donde un turista perspicaz todavía puede ver algún hueso asomando de la tierra durante la estación de las lluvias”.
Esto significa un enorme problema para su discurso oficial pero sobre todo para su propia existencia, y es que El monstruo de la memoria es una novela que desde los propios cuestionamientos de su protagonista nos llena de grandes preguntas.
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