Desde que me mudé a este barrio que por lo general compro en el supermercado de los chinos. Muchos me preguntan ¡¿por qué vas a los chinos?!. Y las razones son varias. Primero por el precio y la variedad de los productos. Segundo, porque la cadena de supermercado que está a cuatro cuadras siempre tiene colas interminables en las que podes estar tranquilo, más de 30 minutos. Tercero, la música ambiente: China, japonesa, taiwanesa, a veces hasta suena su banda sonora de película de Bollywood. Ahí puedo llegar a tardar unos tres temas hasta llegar a la caja.

Por contrapartida también hay varios puntos que me hacen putearme por haberles dado mi dinero y contribuir a sus viajes de siete meses a China. Por ejemplo, son más asquerosos que yo y con eso quiero decir: mala onda total y absoluta. Te hablan en chino siendo que viven en Argentina hace más tiempo que yo, se ríen a carcajadas en tu cara, gesticulan y garabatean entre ellos mientras una está en la caja, ¡imposible no pensar que te están sacando el cuero!

Pero quizás lo que más me moleste es la desconfianza que tienen en vos a pesar de que vas todos los días y a veces hasta más de una vez. Te observan como si fuera la primera vez que te ven, pocas veces te saludan y si te faltan cinco o diez centavos te sacan algo de tu compra antes de dejar que se los pagues en la próxima, porque como dije antes, ¡voy TODOS los días!

Entiendo que cinco centavos míos más los cinco centavos de todos los clientes es una pérdida fenomenal que retrasa el viaje a China pero… tampoco es TODOS los días! De hecho, casi nunca pasa… como hoy por ejemplo, que con todo el coraje del universo (porque cuando se enojan, agarráte!) le dije “te los alcanzo a la tarde”. A lo que la Tina Turner china me grito: “¡¡¡Pero a la tarde, a la tarde!!!”, toda alterada mientras yo me recontra puteaba y repetía que no iba nunca más, nunca más a comprar a los chinos…